Un mismo nido ha criado siete polluelos de golondrina esta temporada en dos puestas seguidas

La vida se abre paso a trompicones

Después de una semana de carácter político festivalero quiero rebajar el tono del blog y hacerlo un poco más humano si cabe. De todos es conocida mi pasión por la jardinería, los animales (sobre todo los no humanos) de los que tengo tres perros, un gato y este año... ¡once golondrinas!.

Como cada año por estas fechas, las golondrinas hacen honor al famosos poema de "volverán las oscuras golondrinas... " y efectivamente, vuelven. Los nidos se encuentran en perfecto estado, así que este año la primera pareja de golondrinas apenas si tuvieron que hacer un poco de bricolage para poner la casa a punto y criar tres polluelos que en menos de nada estaban volando al lado de sus padres hasta que desparecieron de la vista. Poco después llegaron otra pareja de golondrinas, no sabemos si las mismas, que están de ocupas en la actualidad del mismo nido y están criando nada menos que cuatro polluelos más.

Demasiados, pienso yo. Cuando crezcan más, no van a caber en el habitáculo y los más fuertes echarán al débil tirándolo al suelo donde las hormigas darán cuenta de él en un plis plas. Es la lucha por la supervivencia, la pelea de los fuertes contra los débiles. Una pelea a vida ó muerte, en la que la vida se abre paso a trompicones, aletazos y patadas. Se juegan mucho, Un descuido... y al suelo, lo que implica el final sin la más mínima posibilidad de marcha atrás. Yo lo sé, y después de estudiarlos, sé seguramente el que caerá sin remedio. Pero nada puedo hacer por remediarlo. Hay que dejar que siga el curso de la Naturaleza.

Los padres se acomodan en un cable tendido y no les importa que estés cerca. Por la noche, se acurrucan en el quicio de la puerta y uno duerme mientras el otro calienta a los pequeños. Ni se inmutan por la cercanía de los humanos. Si quisieras, podrías cogerlos con la mano. Misterios de la naturaleza. Esta escenas a mí me reconcilian con la Naturaleza y me humanizan un poco más, lo reconozco con cierto pudor. Y además relajan la mente y el espíritu.

Siempre me ha gustado volar libre, como las golondrinas. Ir y volver a mi libre albedrío. Me identifico mucho con ellas. Pero bueno, en otra reencarnación será. Supongo y espero...